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Centroamérica: región de talentos, oportunidades y obstáculos para los autores audiovisuales


En los últimos años, la producción audiovisual en Centroamérica ha experimentado un crecimiento desigual. Algunos países han logrado incrementar su producción y han cosechado premios y reconocimientos internacionales entre sus creadores audiovisuales. A la vez, de manera muy silenciosa, han avanzado en la protección de sus derechos de autor, mientras que otros enfrentan desafíos económicos y políticos que dificultan su desarrollo. 


Si bien Panamá está entre los países con mayor desarrollo audiovisual de Centroamérica, ya ha sido abordado -de madera individual- en esta sección cuando se realizó el informe titulado Panamá: el desafío de consolidar producciones propias y hacer valer los derechos de sus autores.  


En este Special Spotlight nos centraremos en Guatemala, Honduras, El Salvador, Costa Rica y Nicaragua que si bien presentan realidades muy distintas todos comparten una necesidad común: fortalecer sus industrias audiovisuales mediante financiamiento adecuado, marcos regulatorios eficientes y una mayor difusión de sus producciones a nivel nacional e internacional. Países como Costa Rica y Guatemala han consolidado una escena audiovisual con reconocimiento internacional, Honduras y El Salvador aún luchan por establecer una industria más estructurada, pese a contar con directores talentosos y nuevas iniciativas legislativas. 



La reciente Ley de Cinematografía de Honduras y los esfuerzos de Costa Rica a través de su Centro de Producción Cinematográfica son ejemplos de intentos por mejorar las condiciones del sector. Sin embargo, en Nicaragua, las restricciones gubernamentales han generado un ambiente adverso para la producción independiente, poniendo en riesgo la libertad creativa de los realizadores.


Los derechos de los autores audiovisuales también siguen siendo un tema clave en la región. Aunque la mayoría de estos países cuentan con leyes que protegen la propiedad intelectual, su aplicación efectiva sigue siendo un reto. La lucha por una remuneración justa y por condiciones laborales más equitativas sigue vigente, al mismo tiempo que surgen oportunidades en festivales, coproducciones internacionales y nuevas plataformas de distribución. La evolución del sector dependerá en gran medida de políticas públicas que incentiven la producción local y de una mayor integración regional para fortalecer la presencia del cine centroamericano en el mundo.


Costa Rica: una ley aprobada que es un paso fundamental

El sector audiovisual en Costa Rica atraviesa un momento de crecimiento sostenido, con una Ley de Cinematografía y Audiovisual aprobada en el mes de febrero que abre una esperanza para el sector audiovisual de ese país. 


En diálogo con AV Creators News, la directora y guionista Patricia Velásquez Guzmán asegura que "este es el mejor momento de la historia del cine costarricense debido a la producción constante”: alrededor de diez largometrajes de ficción por año, algo inédito en el país. Sin embargo, este desarrollo se enfrenta a importantes desafíos, especialmente en términos de financiamiento, preservación del patrimonio y reconocimiento de los derechos de los creadores audiovisuales.


A lo largo de las últimas décadas, el cine costarricense ha experimentado altibajos. No fue sino hasta 2006, con el estreno de "Caribe", que se retomó la producción de largometrajes, llegando a la actualidad con una cifra estable de estrenos anuales. No obstante, la reciente aprobación de la Ley de Cine podría cambiar el rumbo de la historia.


Patricia Velázquez Guzmán, directora costarricense
Patricia Velázquez Guzmán, directora costarricense

Con un enfoque integral, la normativa establece incentivos fiscales que buscan atraer inversiones extranjeras y fortalecer la producción nacional, además de garantizar financiamiento para proyectos que reflejen la identidad cultural del país. 


Asimismo, la ley contempla medidas para la formación de nuevos talentos, asegurando que los profesionales del cine y el audiovisual cuenten con mayores oportunidades de capacitación y acceso a recursos que les permitan competir en el mercado internacional. Otro aspecto fundamental de esta legislación es el refuerzo de los derechos de autor, un reclamo histórico del sector. Con este marco legal, los creadores costarricenses podrán contar con mayor protección sobre sus obras y recibir una retribución justa por su trabajo. 


Además, la ley fomenta la mejora de la infraestructura audiovisual, lo que podría posicionar a Costa Rica como un destino atractivo para rodajes internacionales. En un contexto en el que el cine costarricense ha ganado visibilidad en festivales de renombre, este avance normativo podría ser el impulso definitivo para consolidar una industria cinematográfica sostenible y competitiva.


Medea (Alexandra Latishev, 2017)


"Sin dudas es una buena noticia porque hasta hoy había sido imposible lograr una ley de cine ya que había mucha oposición de las cableras y de las exhibidoras, que tienen mucho músculo político", explica Velásquez Guzmán que, interesada por la memoria histórica, ha dirigido la serie documental "Algunos lugares" (2018), que explora la obra de poetas nacionales y "Contemporáneos" (2020), una serie de seis episodios sobre el origen del movimiento literario costarricense.


Hasta la aprobación de la ley, el financiamiento para el cine en Costa Rica se desprende de dos fuentes: el fondo estatal El Fauno, que otorga hasta 100 mil dólares para producción y 10 mil dólares para desarrollo, y el programa Ibermedia, al que el país sigue aportando. A pesar de esto, la mayoría de los proyectos requieren coproducciones internacionales para su viabilidad. "Acá siempre la postproducción se hace afuera", menciona la directora, evidenciando una de las grandes falencias a nivel local. 


Algunos lugares (Patricia Velásquez, 2018)

Algunos lugares (Patricia Velasquez, 2018)


Uno de los incisos más destacados de la flamante ley es la creación de una Cinemateca Nacional, la cual es descrita como un “departamento del Centro Costarricense de Cine y Audiovisual que tendrá como función la alfabetización cinematográfica y audiovisual”.


Este ente se encargará de la restauración, preservación, custodia y difusión del patrimonio cinematográfico y audiovisual nacional, así como del patrimonio cinematográfico y audiovisual internacional con relevante valor cultural. Además, será un centro especializado de investigación y contará con un centro de documentación e información enfocado en el quehacer audiovisual.


En términos de exhibición, el éxito de "Maikol Yordan de viaje perdido" (Miguel Alejandro Gómez) en 2014, con 800 mil espectadores, marcó un punto de referencia que ninguna otra película ha logrado alcanzar en Costa Rica. La secuela del filme llegó a los 300 mil espectadores, pero en general, la audiencia sigue siendo reducida en un país sin una industria cinematográfica consolidada. "Prácticamente toda la gente que está haciendo cine lo está haciendo tal vez como un hobby, ya que tienen otro trabajo fijo", subraya la directora que desde este año asumió la dirección del Costa Rica Festival Internacional de Cine (CRFIC), liderando una nueva etapa en la promoción y difusión del cine costarricense. 


Maikol Yordan de viaje perdido (Miguel Alejandro Gómez, 2014)


A pesar de los desafíos, el cine costarricense ha logrado gran visibilidad en festivales internacionales. "Da la sensación de que hay más películas de las que hay de verdad", señala Velásquez Guzmán, destacando la participación de producciones locales en Cannes, Berlinale y Locarno. 


Sin embargo, los recortes presupuestarios en el Ministerio de Cultura han afectado al sector. El Festival Internacional de Cine de Costa Rica ha sufrido una reducción de fondos, y los estímulos para formación y participación en talleres han disminuido drásticamente. Esto ha llevado a una migración de profesionales del audiovisual en busca de mejores oportunidades, principalmente hacia México. "Entre el año pasado y este, se pueden haber ido unas veinte personas, que dentro de un país tan chico es un número significativo", advierte la directora que entre sus obras más destacadas se encuentran "Dos Aguas" (2015), una coproducción entre Costa Rica y Colombia; "Apego" (2019), realizada en colaboración con Chile y galardonada con el Premio Nacional de Cultura a la Mejor Dirección en 2019, además del Premio del Público en el Festival de Cine Las Américas en 2020; y "La piel del agua" (2024), que obtuvo reconocimientos en el 27º Festival Internacional de Cine en Centroamérica Ícaro 2025, incluyendo Mejor Diseño de Sonido, Mejor Fotografía y Mejor Actuación Femenina.


Apego (Patricia Velásquez, 2019)


El cine documental ha tenido una historia más continua en Costa Rica, con un importante impulso en los años ‘70 gracias a la producción estatal a través del Centro de Cine. Sin embargo, la censura y la falta de apoyo fueron debilitando esta tradición. 


En cuanto a la ficción, las producciones más destacadas del siglo XXI han sido dirigidas por mujeres, como "Tengo sueños eléctricos" de Valentina Maurel, "Medea" de Alexandra Latishev, "El camino" de Ishtar Yasin Gutiérrez y "Agua fría de mar" de Paz Fábrega, que obtuvo el prestigioso Premio Tiger en Rotterdam.


Uno de los mayores problemas del sector sigue siendo la falta de una organización gremial fuerte que represente a los creadores audiovisuales y defienda sus derechos. "Hay algunas asociaciones, pero no hay una que gestione derechos de autor", reconoce Velásquez Guzmán. Las agrupaciones existentes, como la de documentalistas, la de mujeres directoras y la de productores, han trabajado en iniciativas de paridad y en la promoción de una ley de cine, pero aún queda un largo camino por recorrer en materia de derechos de autor y regulación del sector audiovisual.


La piel del agua (Patricia Velásquez, 2024)


Costa Rica se encuentra en un punto crucial de su desarrollo cinematográfico. Si bien la producción ha crecido y las películas han logrado reconocimiento internacional, la falta de financiamiento adecuado, infraestructura técnica y un marco legal que proteja a los creadores audiovisuales sigue siendo un obstáculo para su consolidación como una industria estable. En palabras de Patricia Velásquez Guzmán: "Todo tiempo pasado fue peor", una afirmación que, si bien refleja un avance, también deja en claro que aún queda mucho por hacer para que el cine costarricense alcance su máximo potencial.

Honduras: un camino por recorrer

El cine hondureño ha recorrido un largo camino desde su primera producción en 1962 hasta la actualidad, con una creciente industria impulsada por nuevas leyes y fondos de financiamiento. La directora hondureña Laura Bermúdez, que ha dirigido 11 documentales que han sido galardonados en diversos festivales internacionales, consolidándose como una de las realizadoras más prominentes de la región, comparte con AV Creators News su visión sobre el desarrollo del cine en su país, los retos que enfrenta y las oportunidades que se presentan para el futuro.


La historia del cine en Honduras comienza en 1962 con el cortometraje “Mi amigo Ángel”, dirigido por Sami Kafati, considerado el pionero del cine nacional. Kafati, influenciado por el neorrealismo italiano, buscaba reflejar la sociedad hondureña en sus producciones. Su largometraje “No hay tierra sin dueño”, terminado de manera póstuma y estrenado en 2003 en una sección paralela de Cannes, sigue siendo una de las obras más emblemáticas del cine hondureño.


"Podemos decir que el cine en Honduras tiene un comienzo tardío, si lo ponemos en contexto de la historia del cine", explica Bermúdez que con su documental "Negra soy", recibió el Premio del Público en la sección "Afirmando los Derechos de la Mujer" en el Festival de Cine Español de Málaga en 2018 y fue parte de la selección oficial en el Festival Internacional de Cine Documental de Sheffield en Inglaterra.


Negra soy (Laura Bermúdez, 2017)


Hasta la aprobación de la Ley de Cine en 2019 y su puesta en vigencia en 2020, la producción cinematográfica en Honduras era principalmente autofinanciada o dependía de patrocinios privados. "El cine en Honduras tiene un antes y un después de la aprobación de esta ley", señala Bermúdez. Esta legislación permitió la creación del Instituto Hondureño de Cine (IHCINE) y del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico (FONDECI), abriendo la puerta a la participación de Honduras en Ibermedia, el fondo regional más importante de la región.


A pesar de estos avances, Bermúdez reconoce que los resultados aún están en proceso. "Las primeras películas financiadas con estos fondos están en rodaje o postproducción. Ha habido un impulso en los cortometrajes y documentales, pero el impacto se notará con mayor fuerza en los próximos años".


Uno de los grandes obstáculos para la consolidación de la industria cinematográfica en Honduras es la falta de formación especializada. "En Honduras no hay una escuela de cine ni una carrera universitaria en la Universidad Autónoma de Honduras. El Instituto Hondureño de Cine ha apostado por talleres, pero son de corta duración", dice la directora que se encuentra en la fase final de producción de su primer largometraje de ficción, "Allá donde nace el sol", un proyecto que ha llevado una década en desarrollo y que se rodó en 2021 en zonas de Iriona, Colón.


La Escuela de San Antonio de los Baños en Cuba ha sido el principal centro de formación para cineastas hondureños. "Recientemente, varios hondureños han estudiado allí, fortaleciendo áreas como fotografía y sonido", destaca Bermúdez.


Laura Bermúdez, directora hondureña


Actualmente, el FONDECI otorga financiamiento estatal a través de convocatorias anuales. "Se han abierto oportunidades para largometrajes, cortometrajes y series. En los últimos dos años, varios proyectos hondureños han sido premiados en Ibermedia, lo que demuestra que algo importante está ocurriendo", comenta Bermúdez. Además, la primera coproducción hondureña con otro país (“Eva”, dirigida por William Reyes y producida por Ana Martins) es un hito que marca el crecimiento de la industria.


No obstante, la autogestión sigue siendo clave. "Algunos cineastas hemos conseguido financiamiento en el extranjero. En mi caso, logré fondos del Instituto Mexicano de Cine para mi primer largometraje", explica.


El desconocimiento sobre derechos de autor es otro problema que enfrenta la industria. "Existe una oficina de derechos de autor, pero hay pocos abogados especializados en el área cinematográfica", advierte la directora. "Queremos abrirnos a coproducciones internacionales, pero nos falta conocimiento legal para gestionar estos acuerdos".


Negra soy (Laura Bermúdez, 2017)


En cuanto a la participación de las mujeres en el cine hondureño ha sido históricamente baja. "En 2018, de aproximadamente 50 largometrajes de ficción estrenados en cines, solo uno fue dirigido por una mujer", afirma Bermúdez. 


Para cambiar esta situación, se creó la Colectiva de Cineastas Hondureñas en 2018. "Nos organizamos para fomentar la participación de mujeres en la industria. Conseguimos financiamiento para un diplomado llamado Una Mirada Propia, que ya va por su sexta edición, y también organizamos la muestra de cine iberoamericano El Sueño de Alicia, que está en su séptima edición". El avance es evidente. "Cada vez más mujeres ganan convocatorias del Instituto Hondureño de Cine. Pero históricamente, las mujeres han sido relegadas a roles de producción, maquillaje y vestuario. Aún falta mucho por hacer para que haya más directoras y guionistas", señala.


Actualmente, la Colectiva de Cineastas está en proceso de convertirse en una asociación con personería jurídica y ha solicitado un espacio en el Consejo Nacional de Cine, donde aún no hay representación femenina.



El cine hondureño también ha visto un crecimiento en la organización gremial. "Existen asociaciones como Linterna Mágica y la Industria Cinematográfica de Honduras (ICH), que promovieron la creación de la Ley de Cine y tienen un puesto en el Consejo Nacional Cinematográfico", explica Bermúdez. Recientemente, se creó APCA, una asociación de productoras, para fortalecer el sector empresarial del cine.


Con la llegada de nuevas oportunidades de financiamiento, el impulso a la participación femenina y la organización del gremio, el país está dando pasos firmes. Sin embargo, los desafíos en formación, derechos de autor y equidad de género siguen siendo retos pendientes en el camino del cine hondureño hacia el reconocimiento internacional.


Guatemala: falta de apoyo estatal y muchas luchas por enfrentar 

El cine guatemalteco ha experimentado un notable crecimiento en las últimas dos décadas, consolidándose como una industria emergente en Centroamérica. Con un pasado marcado por la censura y la falta de apoyo estatal, hoy los autores audiovisuales guatemaltecos han logrado posicionar sus producciones en festivales internacionales y abrir nuevas oportunidades para la industria local. 


El director Jayro Bustamante, uno de los nombres más reconocidos del cine guatemalteco, ha llevado la cinematografía del país a escenarios globales con películas como "Ixcanul" (2015) y "La Llorona" (2019), ambas ampliamente premiadas y “Rita” (2024), su última producción, fue preseleccionada para representar al país en los Premios Oscar. "El cine en Guatemala ha encontrado su voz propia, pese a las limitaciones estructurales que seguimos enfrentando", declaró el director al sitio CineLatino.


Rita (Jayro Bustamante, 2024)


La historia del cine en Guatemala tiene antecedentes desde la década de 1950, pero la producción cinematográfica profesional comenzó a tomar fuerza en los años 2000 con obras como "Gasolina" (2008) de Julio Hernández Cordón, que marcó un punto de inflexión para la narrativa audiovisual del país. 


Sin embargo, la falta de una ley de cine ha sido un obstáculo constante. A diferencia de países vecinos como Costa Rica y Honduras, Guatemala aún no cuenta con un marco legal que regule y fomente la industria. "La ausencia de incentivos fiscales y financiamiento estructurado nos obliga a buscar recursos en el extranjero", comentó Bustamante, quien ha trabajado en coproducciones con Francia y México para sacar adelante sus proyectos.


Uno de los principales desafíos del sector es la formación profesional. Actualmente, no existe una escuela de cine pública en Guatemala, lo que obliga a muchos realizadores a buscar formación en el extranjero, principalmente en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños en Cuba o en academias privadas. 


Julio Hernández Cordón (foto: David Heischrek) - Gasolina (2008)


No obstante, iniciativas como el Festival Ícaro han sido clave para el desarrollo de nuevos talentos y la promoción de obras guatemaltecas. Fundado en 1998, el Festival Ícaro ha sido una plataforma esencial para el cine regional, impulsando el reconocimiento de directores emergentes y brindando espacios de exhibición para las producciones locales.


Pese a la falta de apoyo estatal, el cine guatemalteco ha logrado abrirse camino gracias a la autogestión y la colaboración internacional. En los últimos años, documentales como "Los ofendidos" (2016) de Marcela Zamora y "1991" (2021) de Sergio Ramírez han abordado temas históricos y sociales con una profundidad que ha resonado en la audiencia. El auge del cine de denuncia social ha sido una de las principales características del cine guatemalteco contemporáneo, visibilizando problemáticas como el racismo, la violencia y la memoria histórica del país.


1991 (Sergio Ramírez, 2018)


El rol de las mujeres en la industria cinematográfica guatemalteca también ha ido en aumento. Directoras como Anaïs Taracena han destacado en la escena internacional con obras como "El silencio del topo" (2021), documental que recibió premios en festivales como el de Málaga y el de Cinéma du Réel en Francia. "Las mujeres hemos tenido que abrirnos espacio en una industria predominantemente masculina, pero estamos logrando contar nuestras historias con mayor visibilidad", señaló Taracena en una entrevista con LatAm Cinema.


En términos de distribución, los cineastas guatemaltecos enfrentan el reto de acceder a espacios de exhibición dentro del país. Las salas comerciales siguen dominadas por producciones de Hollywood, y los circuitos alternativos son limitados. 


Ante esta situación, plataformas de streaming han servido como una vía para que las producciones nacionales lleguen a un público más amplio. "El streaming nos ha dado una oportunidad que antes no existía. Ahora nuestras películas pueden verse fuera de Guatemala sin depender de los cines locales", destacó Julio Hernández Cordón.


El silencio del topo (Anaïs Taracena, 2021)


A pesar de los desafíos, el cine guatemalteco sigue avanzando con determinación. Con el impulso de festivales, coproducciones internacionales y el auge de nuevas voces, la industria se encuentra en un momento de consolidación. Sin embargo, la necesidad de una legislación que fomente la producción nacional sigue siendo una de las grandes deudas del Estado con el sector audiovisual. "Sin una ley de cine, el crecimiento del cine guatemalteco sigue dependiendo de esfuerzos individuales. Es hora de que el país apueste por su propia narrativa", concluyó Bustamante.


La falta de una ley específica de cine limita el acceso a incentivos fiscales y financiamiento estable para los cineastas, lo que dificulta el desarrollo de la industria. Sin embargo, hay esfuerzos por parte de organizaciones culturales y festivales de cine para promover la producción nacional. La legislación sobre derechos de autor en Guatemala protege las obras audiovisuales, pero la aplicación efectiva de estas leyes es limitada. La piratería y la falta de una gestión colectiva organizada son problemas comunes que afectan a los creadores. Existen esfuerzos por mejorar la protección de los derechos de autor, pero se requiere un mayor compromiso institucional y social para fortalecer la situación.


En este contexto, la Asociación Guatemalteca del Audiovisual y la Cinematografía (AGAcine) ha desempeñado un papel fundamental en la lucha por la formalización del sector cinematográfico en el país. Creada en 2007, AGAcine agrupa a productores, directores, técnicos y trabajadores vinculados al cine con el objetivo de fortalecer la industria y desarrollar un marco regulatorio adecuado. Desde su fundación, ha trabajado en la promoción de la Ley de la Industria Cinematográfica y Audiovisual, una normativa que busca regular y fomentar la producción cinematográfica, así como preservar el patrimonio audiovisual guatemalteco.


Ixcanul (2015) y su realizador Jayro Bustamante


En cuanto al cine hecho por mujeres, Guatemala ha experimentado un crecimiento significativo en los últimos años. Aunque aún enfrentan desafíos como la falta de financiamiento y el acceso limitado a oportunidades, hay un número creciente de directoras que están haciendo contribuciones importantes al cine guatemalteco.


Películas y documentales dirigidos por mujeres abordan temas sociales y culturales relevantes, ofreciendo perspectivas únicas sobre la realidad guatemalteca. Festivales de cine y programas de apoyo a la diversidad han ayudado a visibilizar el trabajo de estas directoras, lo que ha impulsado un cambio positivo en la industria.


Todos los actores que componen el sector audiovisual coinciden en que la implementación de políticas más efectivas y el apoyo institucional serían fundamentales para desarrollar producciones más sostenibles y diversas en un país con talentos y miles de historias por contar.

Nicaragua: el cine como un modo de resistencia

El cine nicaragüense ha atravesado un camino marcado por la resistencia y la lucha por la libertad de expresión. A pesar de su rico potencial narrativo, el contexto político del país ha representado un obstáculo constante para el desarrollo del sector audiovisual. Nicaragua, bajo el régimen autoritario de Daniel Ortega, enfrenta restricciones que afectan gravemente a la cultura y a la producción cinematográfica. Aún así, algunos directores y directoras han encontrado formas de sortear la censura y llevar sus historias a la pantalla grande, muchas veces recurriendo a plataformas digitales y festivales internacionales.


El cine en Nicaragua tuvo un auge en la década de 1980 con la creación del Instituto Nicaragüense de Cine (INCINE), que impulsó la producción de documentales y películas enfocadas en la revolución sandinista. Sin embargo, con la llegada de los años 90 y el desmantelamiento del INCINE, la producción audiovisual sufrió un golpe significativo. A partir de la década de 2000, nuevos realizadores comenzaron a emerger con producciones independientes que reflejan la realidad social y política del país.


Películas como La Yuma (2010) de Florence Jaugey y Dos Fridas (2018) de Ishtar Yasin Gutiérrez han logrado posicionarse en festivales internacionales, demostrando la calidad y el potencial del cine nicaragüense. Sin embargo, la falta de una estructura de apoyo y financiamiento para la industria sigue siendo un desafío.


La Yuma (Florence Jaugey, 2010)


El mayor obstáculo para el cine en Nicaragua es la censura. Desde la crisis sociopolítica de 2018, el gobierno ha intensificado la represión contra cualquier expresión artística que critique al régimen.


Muchos directores, guionistas y otros artistas han sido forzados al exilio o han enfrentado persecución por abordar temáticas sensibles como la violación de derechos humanos y la corrupción. En este contexto, la producción cinematográfica se ha convertido en un acto de resistencia.


La ausencia de una ley de cine agrava la situación. A diferencia de otros países de la región, Nicaragua no cuenta con un marco legal que fomente la producción audiovisual ni brinde incentivos fiscales o apoyo estatal. "El cine en Nicaragua es una batalla constante contra la censura y la falta de recursos. Nos enfrentamos a la indiferencia gubernamental y, en muchos casos, al miedo de contar nuestras propias historias", expresó un director nicaragüense que prefirió permanecer en el anonimato por razones de seguridad.


Ante la falta de espacios de exhibición y el control gubernamental de los medios, muchos cineastas han recurrido a plataformas digitales para distribuir sus películas. Festivales internacionales y circuitos alternativos se han convertido en las principales ventanas de exhibición para el cine nicaragüense. Documentales como Nicaragua, patria libre para vivir (2021) han sido censurados dentro del país, pero han encontrado audiencia en el extranjero.


Dos Fridas (2018) y su realizadora, Ishtar Yasin Gutiérrez


El cine de denuncia social ha cobrado especial relevancia, con producciones que documentan la represión y las violaciones a los derechos humanos en Nicaragua. Estas películas no solo buscan generar conciencia, sino también servir como un archivo histórico de la resistencia del pueblo nicaragüense.


El cine hecho por mujeres en Nicaragua también es una dificultad en un entorno adverso. Directoras como Florence Jaugey han abierto camino para nuevas voces que buscan contar historias desde una perspectiva diferente. "Hacer cine en Nicaragua siendo mujer implica doble esfuerzo: enfrentamos tanto la censura política como el machismo en la industria", comentó la directora en un conversatorio sobre cine y derechos humanos.


La diáspora de cineastas ha permitido que historias nicaragüenses sean contadas desde el extranjero, con producciones que reflejan la identidad, la lucha y la esperanza del pueblo. Sin embargo, el futuro del cine en Nicaragua dependerá en gran medida de la posibilidad de recuperar espacios de libertad y de generar mecanismos de apoyo para la producción audiovisual.


El Salvador: falta de apoyo en un difícil contexto político y social  

El cine salvadoreño es uno de los menos desarrollados de América Latina. Con un poco más de 6 millones de habitantes, la producción cinematográfica en el país es mínima, con sólo unas pocas películas realizadas al año, y aún menos con posibilidades de distribución internacional. El desarrollo de una cinematografía nacional requiere del respaldo estatal en tres pilares fundamentales: la formación de cineastas, el financiamiento para la producción y la preservación de la memoria audiovisual. 


Sin embargo, en El Salvador estos tres aspectos están ausentes. En diálogo con AV Creators News, el director Julio López explica que "en El Salvador carecemos de las tres cosas". No existe una escuela de cine pública ni privada consolidada que ofrezca una licenciatura en cinematografía. Esto obliga a los cineastas salvadoreños a formarse en el extranjero, y en muchos casos, a permanecer fuera del país. Esta situación dificulta la creación de una generación continua de realizadores que puedan competir en mercados internacionales.


"Casi todos los cineastas que han producido en los últimos 20 años han salido a estudiar fuera y luego regresan. O a veces ni siquiera regresan, sino que solo vuelven a filmar", explica López que destacó con su ópera prima "La batalla del volcán" (2018) un largometraje documental que aborda la ofensiva guerrillera de 1989 en El Salvador.


Julio López, director salvadoreño


Otro problema estructural es la ausencia de un marco legal y fondos estatales específicos para el cine. Durante un breve periodo, el Fondo Pixels, gestionado por el Ministerio de Economía, permitió la producción de algunas películas salvadoreñas. Sin embargo, este fondo desapareció y tenía limitaciones importantes. "Era un fondo con reglas específicas para la producción de productos comerciales. Pero el cine con una perspectiva de identidad nacional no debe someterse a esquemas comerciales", señala el director.


Desde entonces, el único acceso a financiamiento proviene de Ibermedia, fondo internacional al que El Salvador se unió recientemente, aunque estos fondos tienen requisitos técnicos elevados y demandan coproducciones, lo que dificulta su acceso para cineastas emergentes con recursos limitados. "Fuimos de los últimos países en entrar a Ibermedia, pero sus exigencias hacen que no cualquiera pueda acceder a esos fondos", sostiene López que en 2023, presentó "Añil", un documental que explora los testimonios de mujeres salvadoreñas que sufrieron abusos y violencia sexual durante el conflicto armado en el país. 


Tampoco hay una cineteca nacional ni espacios alternativos donde el público pueda acceder a producciones locales, regionales o internacionales fuera del circuito comercial. "No tenemos opciones para ver cine en salas de buena calidad que no sean las salas comerciales", lamenta López. La falta de una red de distribución local limita la llegada del cine salvadoreño a su propio público y reduce su impacto en la sociedad. "El impacto que tenemos frente a lo avasallador que pueden ser Hollywood y las plataformas de streaming es muy poco. Pudiera ser mucho más y es una de las deudas pendientes que tenemos como sociedad salvadoreña para con las artes en general", reflexiona el director.


La batalla del volcán (Julio López, 2018)


En el contexto político actual, las restricciones a la libertad de expresión también afectan al cine. "Todo el aparato gubernamental tiene muy controladas las narrativas que se hagan en El Salvador. No veo posibilidades de financiar un cine independiente y de arte en el país", advierte López. La falta de financiamiento estatal, combinada con un creciente control sobre los discursos en el espacio público, dificulta la producción de obras que aborden realidades críticas o que no estén alineadas con el discurso oficial.


De todos modos, la comunidad cinematográfica salvadoreña sigue activa. La Asociación Salvadoreña de Cine (A Cine) ha trabajado por la organización del sector, aunque sin respaldo estatal. "Desde que participo en la escena local, hace 15 o 20 años, ha habido momentos de mayor y menor organización, pero la asociación ha sobrevivido a varios gobiernos", comenta López.


El cine salvadoreño ha demostrado su potencial en el ámbito del documental, especialmente en temas de memoria histórica, contribuyendo a la construcción de identidad nacional. "Hemos hecho mucho documental con memoria histórica, lo cual ha contribuido a procesos identitarios en la sociedad salvadoreña, pero sigue siendo muy poquito", reconoce el director.


A futuro, el desarrollo del cine en El Salvador dependerá de la implementación de políticas culturales sólidas, con financiamiento adecuado y espacios de exhibición. "No se ve que vaya a haber mucho avance. No hay fondos, no hay escuela de cine, no hay ley de cine, no hay cineteca. Y eso significa que no hay una estructura para el cine salvadoreño", concluye López.

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